dissabte, 6 de juliol del 2013

¿Me oyes?

Entré en coma al instante. Al menos eso creo. El camión se deslizó por la placa de hielo sin control embistiendo mi coche lateralmente. Su gran bañera cargada de caolín sacudió mi vehículo como el viento huracanado golpea las hojas de un árbol. Toneladas de fuerza hicieron que sintiera todo mi esqueleto y entre el dolor y el miedo perdí la conciencia.

- Elena, ¿me oyes? Ojala no te hubieras ido, ya te dije y redije que pasaras la noche en casa. Cabezota, siempre a tu bola…..

Amparo no podía dejar de abroncarme y llorar al mismo tiempo. Mi mejor amiga se sentía culpable de un accidente que nadie sabe si alguien pudo evitar. El chofer del camión murió antes del accidente de un infarto fulminante, ¿a quién echarle la culpa pues? ¿Al destino, a mi obstinación de dormir en mi cama, al hielo, al embutido que cenó el camionero, a la crisis que hizo salir a la carretera al transportista…?

No me duele nada, este estado tiene sus ventajas pues no hay que hacer ni un solo esfuerzo, todos pasan a verte y muchos te expresan sus sentimientos, puedo oírles perfectamente hasta cuando suspiran. ¿Y verlos? No es necesario, los conozco, sé que expresiones marcan sus caras, los movimientos de sus manos, su expresión corporal. Amparo está enfadada, mucho, consigo misma. Cree que debió obligarme a dormir en su sillón.

- Disculpe, debo cambiar el gotero…

La enfermera con voz  agradable entró para hacer su trabajo. Esa chica me sosiega con tan solo sentir su presencia. Hay personas que tienen ese don, envidiable en mi opinión. Hoy domingo le tocó trabajar, guardia, y por eso mañana no estará en todo el día. Trata mi cuerpo con delicadez y ternura. Gracias, no puedo nombrarte, no sé como te llamas pero gracias, la bestia con voz de carajillera debería aprender de ti. Conozco al personal por su voz, sus comentarios cuando creen estar solos, solos conmigo, en mi aparente ausencia.

Mi inmovilidad, mi silencio y mi supuesta ausencia son el mejor antídoto para la soledad emocional de los demás. Solo ven mi cuerpo, solo ven una cosa, inerte, inmóvil, silenciosa, y eso hace expresar sus pensamientos y sus sentimientos a pesar de tener una vaga esperanza de que les esté escuchando. Con mis plenas facultades nunca les hubiera conocido tanto, no hubiera sabido tanto de ellos.

Y yo, cuando pueda volver a su vida de igual a igual, nunca les diré que les escuchaba atentamente porque en realidad no me lo contaban a mí, no me abrían su corazón y mente a mi, sino a sí mismos.


Regina Llavata i Salavert

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